Friday, May 18, 2012

Moneda

Años sin poder pasar en frente de la calle Moneda, entre Tenderini y San Antonio.
Trauma total, al abandonar, después de años de ir, entrar y estar exactamente por ahí.
En la puerta estaba Manolito. Un mendigo adorable, que con suerte podía balbucear algunas palabras, pero se aprendió todos nuestros nombres. Nos conocía  a todos. Gritaba cuando alguno aparecía por la esquina, "¡Caaaaaroool!".
Durante esos años, mi familia completa pertenecía a mi decisión, -absolutamente propia-, de estudiar en la Escuela de Ballet del Teatro Municipal. Todos los días el moño en el pelo, todos los días la Bilbao Lo Franco, que tomábamos en Bilbao en la esquina del Jumbo, y de la que nos bajábamos en la Alameda con Miraflores.
Correr atrasadas con mi madre, evitando que el peinado se desarmara. Con la malla de ballet bajo el uniforme, con las tareas para la micro de vuelta.
Organizando calorías, midiendo avances en la elongación, olvidando cumpleaños y actividades extraprogramáticas del colegio. Presentaciones cada final de año, pruebas, clases de piano, clases de música, clases de historia. Mis propios cassettes de música clásica, pasos de baile favoritos, piezas de ballets favoritas.
Toda una época, que por más de que pasen los años no logra desaparecer de mi cabeza.
¿Qué irá a ser de la Escuela de Ballet ahora que ya no va a estar en ese edificio antiguo, precioso, con un patio interior, con olor a humedad, con piezas ocultas? ¿Irá a tener la misma magia?



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