
Sin viaje a la playa, viaje a Santiago.
Cuando éramos niños de alguna manera Santiago era la ciudad de uno sin mayores preguntas y sin mayor dificultad. Todo cambió en algún momento....en el de tener consciencia del smog, en el de odiar las micros, en el momento de tomarse un avión y bajarse en una ciudad que por algún motivo pareció más perfecta.
Una vez ya de vuelta se puede vivir con la "esperanza" de volver a viajar, pero si no se redescubre el verdadero Santiago antes, no tiene sentido despedirse para siempre.
Los diás de sol después de la lluvia son perfectos. Por una parte las calles se llenan, la gente sale de sus casas desesperada por respirar aire nuevo y limpio y poderse mover y los fines de semana, poder hacer quemar energías a los niños. Por otra parte nos dan un ánimo distinto para abrir la ventana, abrir la puerta y salir a viajar.
El tema es que Santiago tiene teleférico. Deben haber pasado realmente muchos años desde la primera y tal vez única vez que fui, hasta hoy.
Pensé, con mi incultura, que era una palabra tipicamente chilena. Como cuchuflí, o charquicán. Pero no: Venezuela, España, México. Todos tenían teleférico, OBVIO.
El Teleférico fue inaugurado el 1 de abril de 1980 y sus 72 cabinas avanzan a una velocidad promedio de 4 metros por segundo y demoran alrededor de 20 minutos en hacer el recorrido de 4860 metros. La materialización de esta gran iniciativa comenzó a gestarse en 1974 cuando una empresa privada del área de la construcción decidiera llevarla a la práctica. Dos años más tarde, conseguirían del Gobierno de Chile (Ministerio de Vivienda)la concesión por 25 años.Las cabinas son sostenidas por 12 torres, cuyas alturas van desde los 8 a los 38 metros de altura. Un motor central de 100 HP mueve las cabinas, y en caso de cortes eléctricos existen equipos de emergencia, que funcionan en forma inmediata.
Me pregunto qué habrá cambiado del teleférico desde 1980 hasta ahora. Tal vez nada. Son los mismos huevos, los mismos colores, los mismos cables, la misma máquina controladora con botones dibujados: una carícatura de la tecnología.
Reconozco que me subí con algo de miedo, ese mismo miedo-placer que produce viajar en avión. Esa sensación de estar levitando y mirando todo desde una perspectiva muy rara, muy peligrosa si es que uno se pone extremista. Dos o tres veces me imaginé por algún motivo que esa cápsula ochentera, de colores ochenteros, se caía sobre el cerro San Cristóbal con un final fatídico. Y nada, ¿qué hacer? Morir en el teleférico. En el 2005 con tecnología del 1 de abril de 1980.
De todas las paradas, selecciono la más naif. Poner 100 pesos en esos objetos-zoom, que no sé como se llaman, pero que permiten mirar en detalle esos lugares que no se pueden ver desde ninguna otra parte. Terrazas ajenas, gente caminando, autos. Buscar casas, lugares conocidos, techos, calles. Suponer cosas. Inventar, eso es lo mejor: "en ese departamento vive un viejo millonario, con estilo, con una calidad de vida envidable. En su terraza blanca radiante con una cúpula debe tomar sol en zunga (ya hablaré de las zungas. I love them), debe tomarse un cosmopolitan, debe engrupirse a unas rucias treintonas buscando un viejo con estilo".
El teleférico es el viaje 1 de un dia despejado después de la lluvia de Septiembre.
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