samedi

Pensaba mientras miraba por mi ventana,
sentada en el living, sobre un piso magenta spam,
cosiendo un botón,
las cosas que hacen que un fin de semana sea realmente un quiebre.
Independiente de levantarse más tarde,
que por lo demás, de a poco, se me ha ido haciendo irrelevante
sencillamente porque prefiero aprovechar el día,
lo que me he dado cuenta,
es que se me hace necesario diferenciar.
Varias veces durante la semana,
pensé en que quería remover la tierra de los maceteros.
Guardé esa labor para hoy.
Reconozco que parte de mi locura,
es el placer que me produce eliminar suciedad.
Hoy encontré varias manchas escondidas, varios polvos acumulados
que me dieron trabajo innovador para este sábado primaveral.
Al parecer hay un cambio de estación inminente,
que me tiene atenta a mandar ropa a arreglar, zapatos a la reparadora,
a botar cosas que definitivamente deben desaparecer,
a sacarle pelusas a la ropa.
Reviso una sola vez el mail, y recibo una historia desde La Provence,
Fernando Montes en vez de hablarme cosas prácticas,
me responde a modo de cuento francés,
me imagino hasta el olor de las parras
desde donde dice estar.
Lo estimo, no sé porqué.
La única labor que de debo cumplir es ir a la imprenta.
Me doy cuenta cómo se me vuelve casi un placer,
ahora que "René" me lleva a todas partes,
y conecto el Ipod y escucho las favoritas de las favoritas camino a Maipú.
Duermo siesta bajo el sol de invierno que entra directo por mi ventana y bajo con Margot a dar una vuelta por la manzana, llena de "turistas", de vecinos, de gente contenta como pidiendo rayos de sol para hacer fotosíntesis.