Tuesday, February 20, 2007

super 8

Hace mucho tiempo (por suerte) que se me olvidó que al pasar frente a un kiosko uno podía hacer una parada y comprarse algo. No como Super8, ni negritas, ni mantecoles prácticamente nunca.
Uno de los varios/muchos/preciosos regalos que recibí para el cumpleaños fue una bolsa de Super8. Ese tipo de cosas que sinceramente uno jamás se compra.
Una de las cosas favoritas de comer Super8, es ir comiéndoselos por capa, despacito, disfrutando de a poco el chocolate y la oblea. (Las obleas sin chocolate pueden ser de las cosas más malas de la tierra, pero los Super8 son superiores).
Ayer, almorcé como (casi) todos los días en mi casa, y me fui comiendo un Super8 desde la casa a Uro. La distancia es, menos que un cigarro, pero un Super8 exacto. Nuevamente tuve un flashback. Esta vez no fue la música ni el olor. Fue la particular sensación de caminar de un lugar a otro, con una corta distancia, y gozar capa por capa, paso por paso el paseo.
En otra época, (muy corta) la distancia era de Bilbao con JM Infante a Bilbao con Larraín Gandarillas. De Zoofilm a nuestro taller sin cocina, para morirse de frío, sin teléfono, sin internet. Después de haber pasado de largo trabajando frente al After Effects, pasaba al kiosko de la esquina, me compraba un Super8, y me iba escuchando música hasta el taller.
Lo curioso es que la persona que me regaló la bolsa de Super8 este año, estaba pasando de largo conmigo también en esa otra época frente al After Effects.
Ahora todo ha cambiado de A a Z. Pero los Super8 siguen existiendo para que uno no bote todo al olvido.

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