Thursday, July 20, 2006
en otra época
En otra época éramos todos amigos. No habían historias incontables, ni nombres innombrables. Dormíamos mucho menos, por lo tanto nuestras neuronas no estaban en demasiado avance. Más bien es disminución. Había piscola cualquier día de la semana y los fines de semana eran para dormir. Los amigos jugaban hasta altas horas de la madrugada juegos en red frente al computador y las preocupaciones eran bastante menos. Había absoluta incertidumbre frente al futuro y los romances se acababan y comenzaban sin ninguna mayor dificultad. Se decían las cosas en la cara, habían "peleas" de un par de días, y después, frente a la mesa, y un par de vasos de algo, todo se perdonaba. Se compartían y presentaban los amigos, se iba a carretes en patota, y no había problema si se llegaba con extras a algún evento. Todavía eran aceptables las poleras con hoyos, los pitos a cualquier hora del día y no tener celular. Habían temas nuevos, conversaciones jugosas entre hombres y mujeres y explicaciones que dar en las casas por llegar tarde, o no llegar. La mayoría usaba el auto station familiar, y los que no, cabían perfectamente en el auto de algún amigo. Estaba lleno de pasteles que bolseaban todo el rato, porque la mesada se les acababa el día 5 del mes, amigos a los que les regalabas varios cigarros al día, y otros que no tenían ningún problema en sacar cosas ajenas del refrigerador, sin confesar jamás su pecado. Se molestaba mucho más. Los apodos del tipo "guatón" estaban aún permitidos, sin enojarse. Se iba a la playa en grupo los fines de semana y los que agarraban la pieza matrimonial, eran los privilegiados. Y los que se quedaban ahí más de lo debido, unos mamones. Siempre había uno con cámara reflex análoga que rescataba el momento kodak, pero con rollo blanco y negro, y después, jamás se veían bien las fotos. Siempre había uno botella que no tenía pareja. Siempre estaba el curadito que a las 6 de la mañana todavía quería carretear. Se iba a acampar para ahorrar y a la vuelta se repartían los tallarines que habían sobrado. Se trabajaba en patota ayudando a alguno atrasado para la entrega del día siguiente y después se celebraba en conjunto el fin de semestre de cada uno. Se hacían miles de favores cacho, sin esperar nada a cambio. Decíamos "tía" y tratábamos de usted a cualquier persona mayor de treinta. La gente que se casaba estaba equivocada y perdía el sabor de la vida y los que tenían hijos habían cometido el peor error de la vida. Ir a matrimonios era un evento extrañísimo y las amigas de la novia que corrían al ramo estaban lejanas a ser alguien conocido. Los hombres eran todos unos flacuchentos sin ponchera y podían comerse todos los big mac de la tierra sin ningún remordimiento. El bajón de hambre no entraba en cuestionamiento. Se comía pan con mayonesa y daba lo mismo. Los que iban a restaurants eran unos extraños pudientes y sólo se tenía un par de zapatillas que se usaban todos los días del año. El pantalón de vestir estaba out, y ni hablar de los zapatos guante. Se prestaban los cds de música para piratearse, y algunas radios todavía tenían toca cassette. Habían pasteles que vomitaban en el baño, amigos cacho, y mentiras piadosas a los papás.
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4 comments:
uhh...
Los viejos buenos tiempos... snif!!!
Pero no todo está perdido...
Por alguna razón extraña me puse a revisar tus posts antiguos y me re-encontré con este. Al volver a leerlo (ahora desde la fria distancia Europea) lo encuentro realmente buenísimo. Que buena caracterización de lo que eran esos años cuando uno tenía menos de 25...
Y me encuentro con que el único que había comentado fui yo... en verdad me encanta este post.
saludos!
la zorra!!!
lo había leído, pero no lo había comentado... hay un par de referencias que tocan una fibra de muy íntima de mi piscolero corazón...
=)
En yoga me están enseñando en que en la vida hay que mirar para adelante y tener fe en el futuro... cuesta...
En la época en que escribí este post claramente andaba extrañando los viejos tiempos.
Que eran buenos, buenos.
Hurray por esa piscola!
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