margot

Me imagino lo difícil que debe ser ponerle nombres a los hijos. sobretodo por lo que significa que sea un nombre para siempre, siempre, siempre.
la verdadera Margot no se llama Margot, se llama Maria. pero en Paris, siempre tratan de afrancesar todo, por lo tanto, me imagino que no le quedaba otra que empezar a presentarse a la gente con ese nombre.
Margot debe tener unos 88 años, y dos días de lucidez al año. Vive en un constante viaje entre el pasado y el presente, entre París y Santiago, entre Perú y todos los otros países donde le tocó viajar por ser hija de diplomático.
Puede ser adorable o odiable, depende del día, depende de ella, depende de cómo uno le parezca de primera impresión.
La primera vez que la conocí, le gustó mi chaqueta, le gustó que yo fuera chilena, y que fuera compañera de colegio de la nena, una amiga de su familia que ella quiere mucho. Bingo. Me arrendó el estudio en París.
Entonces hubo que quererla. Porque es absolutamente querible. Ahí con sus arrugas sobre las arrugas, con un traje verde limón fosforescente y su capa de alpaca que no se saca nunca. Con sus joyas exuberantes de las que le encanta decir: me las compré regaladas en Tati (una tienda de puras cosas inútiles, muy baratas, del estilo todo a mil), con sus historias de políticos, de eminencias que sólo ella conoce, que cuenta una y otra y otra vez.
Tengo la suerte de haber recibido una carta suya, que debe haber escrito en uno, de los dos días al año en que está lucida. Las condolencias mas inesperadas que tuve, y de las más bonitas.
Entonces, en su honor, Margot, se llama Margot.